Nueve meses dentro y nueve meses fuera

Nueve meses dentro, nueve meses fuera

«Cuando terminen esos 18 meses (recuerda, nueve meses dentro y nueve meses fuera del útero) tu bebé ya estará listo para ir dejando tus brazos y comenzar a recorrer la vida por si mismo. Ese momento llega cuando empiezan a gatear y caminar.»

Que sentimientos más contradictorios… una mezcla entre alegría, duelo, amor… ¡no quiero que te hagas mayor y que me necesites cada vez menos! (¿pero no es eso que quieres, volver a tener tiempo para ti? ¿Y que ya no sea tan pequeña, tan frágil, y tengas miedo, tanto miedo que le pase algo?) ¡Sí! No…

No quiero echar de menos tenerte tan cerca, sentirte conmigo como si fuéramos una, de tal manera que los contornos se hacen difusos… quiero seguir durmiendo a tu lado para siempre, sentir tu descanso y tu boquita en mi pecho, que regalo, que a gusto estamos…
Y al mismo tiempo me emociona cada vez que pasa algo nuevo, una “primera vez”, como símbolo de tu evolución… el primer diente, a los 6 meses, la primera vez que te sentaste sola, a los 8, la primera vez que gateaste, hace 5 días… el primer beso con intención, la primera vez que abriste los brazos para que te cogiera… el primer “mama”, “teta”, “¡Hola!” Y el segundo y el tercero…

Te veo grande, espléndida, reluciente.
¡Y me encanta verte así!
Mi bebe…

Miro atrás, miro los 18 meses de tu gestación y veo miedo. Mucho miedo. Y por debajo, escondida, mucha ilusión y mucho amor. Y 13140 horas casi siempre juntas. Las que no, las puedo contar con los dedos.
Poco a poco el miedo se transforma y da lugar al amor. La preocupación adquiere dimensiones normales y deja sitio a la confianza.

Miro atrás y veo un viaje transformador. De tal manera abrumador que es imposible haberlo podido imaginar. Comparable con nada más. Me ha llevado a tocar mi sombra más profunda, y nadar en mis océanos más oscuros y escondidos. Me dejó desnuda, expuesta a todo lo que soy.

Los primeros nueve meses

Los primeros nueve meses fueron tranquilos, estabas protegida dentro de mí. Me preocupaba si estabas bien, sí. Si te latía el corazón, si te aguantarías hasta la fecha o saldrías con una de estas contracciones, si podrías coger toxoplasmosis… Pero también preparaba tu llegada con mucha ilusión. Y si tenía un día malo, no era grave, tú estabas guardadita y de mi sola yo ya sabía cuidar. Si un día me caía al calabozo, el otro volvía a salir. Hacerme daño a mí misma no era preocupante…

Nueve meses dentro

Quiero solucionar todos los rincones oscuros ahora, pensaba, así cuando llegues estaré limpia y digna de recibirte. Hice cursos, terapias y regresiones para alejar de mí esa parte que no me gustaba. Esa parte que no quería mirar, porque me provocaba pánico. Pero no funcionó. Lo siento, hija mía.

Cogerte en brazos por primera vez

Cogerte en brazos por primera vez me hizo cuestionar todo mi ser.

¿Soy suficientemente buena para tenerte?
¿Confío en mí para cuidarte?
¿Me gusta como soy? ¿Es este el ejemplo que te quiero dar?
¿En que creo? ¿Creo realmente en lo que creo que creo, tanto, para podértelo transmitir?

Mierda. Pum. Allá voy, caída libre al fondo del pozo… porque no me siento buena, ni capaz, ni segura de lo que soy. Hay tanto lodo para remover…justo ahora, cuando te tengo en mis brazos, tan frágil. Justo ahora cuando más me necesitas.

Y nadando entre el lodo, confortada por mi marido, guiada por mi terapeuta, fue sacando la cabeza, calmando las aguas, abriendo mi corazón.

Ahora sé que te amo. Ahora sé que te siento. Ahora sé que te protejo, y que crecemos juntas.

El miedo allí está. Pero el amor también.

Ahora ya no quiero solucionarme. Solo me quiero amar. Y amarte a ti. Y a todos mis ancestros.

Verte crecer.
Aprender a reír contigo.
Aprender a disfrutar.
Abrir los brazos a la vida.
Darle una oportunidad.

Nueve meses fuera

Porque yo decido desde donde y hacia dónde quiero ir. Cada día de nuevo. Gracias hija por confiar en mí. Por amarme. Gracias por estar aquí.

Te deseo que abras tus alas a tu ritmo, y yo siempre estaré aquí.
Te amo Lua Llum.

El puerperio puede ser enloquecedor o puede ser una bendición. Depende si estamos dispuestas a sumergirnos en las aguas de nuestro yo desconocido. Y si buscamos sostén para la travesía.
Laura Gutman

Deja una respuesta